El escándalo es de los fariseos,
la verdad y el amor de los pecadores
Hoy Jueves Santo, día en el cual recordamos con toda la Iglesia católica la última cena que Jesús celebró en compañía de sus discípulos antes de enfrentar los dolorosos pasos de la pasión y muerte. Jesús antes de morir, como expresión de Su infinito amor no sólo nos dejó la Eucarística sino que instituyo el Orden Sagrado, los pilares de la vida cristiana.
¡Con qué dolor despertamos hoy, Jueves Santo, con las portadas de los diarios, hambrientos de escándalo, con el “disparate” en referencia a un obispo que hubiera tenido un hijo! ¡Qué puñalada a nuestro corazón de creyentes, de enamorados de Cristo, que precisamente hoy, Jueves Santo, la prensa utilice el chisme para desacreditar lo más grande que Cristo regaló a la Iglesia católica: el sacerdocio y el don del celibato!
No corresponde a nosotros juzgar a nadie, más bien rezar para que nosotros los sacerdotes seamos santos, enamorados de Cristo y obedientes y fieles al magisterio del Papa. No nos sorprende la fragilidad, la debilidad humana, cualquiera sea, aún en sacerdotes y obispos. Somos todos desterrados hijos de Eva como nos enseña la Iglesia. El fariseísmo, el moralismo no son una postura cristiana, como tampoco el espiritualismo.
La Iglesia nace divina porque su fundamento es Cristo, y al mismo tiempo es humana porque está hecha de pecadores. Pecador era Pedro, pecadores eran los amigos de Jesús, pecadores eran todos los que le han seguido, pecadores han sido los más grandes santos de la Iglesia, desde Pablo de Tarso, Agustín de Hipona, Francisco de Asís, en fin, hasta la persona que escribe, que tiene como única gloria la de haber conocido y conocer cada día la misericordia de Cristo.
No es la fragilidad del obispo-presidente lo que nos preocupa. Para esto vino Cristo. Si, porque Cristo vino para nosotros los pecadores, para nosotros los adúlteros, para nosotros que como Pedro lo renegamos continuamente.
Lo que los diarios hoy publican es la evidencia del fariseísmo que define la prensa, a la cual no le importa nada del hombre, de su dignidad nacida del hecho que todos somos hijos de Dios. A ellos les interesa usar la fragilidad de los hombres de la Iglesia para atacar a la Iglesia, para destruirla, si pudieran. Es un juego que viene desde hace 2000 años.
Y son siglos que en los chiqueros de ciertas universidades o centros culturales dominados por la diabólica masonería escuchamos cualquier chisme sobre la fragilidad de la Iglesia, de sus pastores, Papas, obispos o laicos que sean. Y lo que es aún más diabólico es que los que escriben, publican, difunden, viven de este “estiércol” son ellos aún más pervertidos, prostituidos, miserables, sucios hasta el cerebro. Estos señores que aman el estiércol, ellos, los fariseos, los hipócritas, se divierten en el tirar estiércol contra la bella, estupenda cara de la Iglesia. A ellos no les importa la verdad porque son hijos del príncipe de la mentira. Pero se han olvidado que ninguna fragilidad o escándalo afectará la Iglesia hasta destruirla. Lo ha dicho Jesús: “Yo vencí al mundo”.
Ya Napoleón tenía claro el proyecto de eliminar a la esposa de Cristo, cuando un día su secretario le dijo: “Majestad, no lograron eliminarla los que viven dentro de la Iglesia - Papas, obispos, sacerdotes – mucho menos lo logrará usted”.
Lo que estoy afirmando no es una búsqueda de motivos para excusar o cubrir la fragilidad, la debilidad. No. En absoluto. El pecado es pecado, la miseria es miseria, el estiércol es estiércol. Y por eso existe la confesión, la misericordia divina. Lo que queremos subrayar es el hecho que precisamente hoy, Jueves Santo, los buitres de la prensa han aprovechado para llenar la cabeza de la gente de suciedad, intentando de esta manera distraer la atención de nuestro pueblo educado a vivir en modo conmovedor la Semana Santa, del Acontecimiento más grande que la liturgia nos ofrece; la paión, muerte y resurrección de Cristo..
Y este es un delito, este es el pecado por el cual Jesús afirma: “antes de escandalizar a uno de estos pequeños es mejor que el interesado se ponga una piedra al cuello y se tire en el mar”. Al contrario, el gran pecado del obispo-presidente está en su ideología, en su postura “marxista”, en su tentativa de vaciar al cristianismo de su contenido. Es aquella teología de la liberación, profesada abiertamente, por la cual Cristo sería totalmente insignificante para la liberación y salvación del mundo. Este es el gran pecado de este hombre. El pecado de Chávez, Correa, Morales, etc., que pretenden sustituir a Cristo en la salvación del mundo.
Y de este pecado todos somos responsables o mejor lo son aquella inmensa mayoría de curas, religiosos y obispos que el 20 de abril de 2008 votaron y empujaban a votar por esta ideología. Y no porque no hubiera otra posibilidad para el cambio. Un cambio necesario después de más de 60 años de dictadura colorada.
Existían, existen, otras hipótesis pero todos, ebrios de la nueva utopía, entregaron el cambio a quienes, los hombres, jamás lograrán responder a este anhelo, porque sólo Cristo puede cambiar al hombre y las estructuras que el hombre crea. Los hombres o son instrumento de la gracia, pero no los exclusivos protagonistas, porque dice Jesús:”Sin mí no podéis hacer nada”, o se transforman en destructores de la humanidad, como la historia desde siempre documenta..